Del prólogo de Víctor Erice: Probablemente muy pocos libros de cine habrán respondido a una necesidad más íntima que este titulado Tiempo de vivir, tiempo de revivir. Conversaciones con Douglas Sirk, de Antonio Drove. Un libro cuyas páginas yo he sentido ?aunque sea tantas veces a la distancia que establece el hilo del teléfono? crecer día a día en el ánimo del autor, siempre con una misma sostenida pasión, a través de unas conversaciones donde su palabra era capaz en tan sólo unos segundos de transitar, a caballo de vertiginosas asociaciones, por los dominios del cine, la pintura, la literatura e incluso la sinología, sin que en ocasiones faltara tampoco la evocación de algunos de los momentos más intensos de su propia vida. El resultado de este impulso a la vista está: un texto de no fácil clasificación, una mezcla de diálogo, reflexión sobre el cine y memoria personal, en el cual se deja oír, sin duda, la voz de Douglas Sirk, pero donde brota también la del cineasta español que lo firma. No podía ser de otro modo, dado el carácter y la significación del acontecimiento que está en el origen de la obra: el encuentro entre los dos directores en Lugano (Suiza). ¿Este encuentro decisivo entre ambos directores fue una consecuencia tan sólo del azar? ¿Por qué Douglas Sirk y no otro? Es el libro quien trata de responder. Entregado a esta tarea, sin dejar de reflexionar sobre las características de su oficio, Antonio Drove nos ofrece el relato de un itinerario de iniciación y conocimiento, evocación de unos años de aprendizaje, siguiendo el hilo de unas relaciones tejidas al calor del amor y la amistad (desfilan así por la obra una serie de personas de importancia fundamental, alguna tristemente desaparecida, como José Ignacio Fernández Bourgón), unidas para siempre, en su memoria, al creador de Imitación a la vida.