Nuestro consumo diario está lleno de riesgos. Es la advertencia de numerosos estudios científicos que desde hace años establecen una relación entre determinadas enfermedades, como el cáncer de mama, y los llamados disruptores endocrinos o alteradores hormonales, sustancias químicas sintéticas que se pueden encontrar en un sinfín de productos: alimentos, cosméticos, plásticos, detergentes, sartenes, pintura... y hasta en los tickets de la compra. Una contaminación invisible que no conoce fronteras y que también amenaza el bienestar de los animales y el medio ambiente. Se altera la vida es un profundo y personal relato periodístico que nos interpela como ciudadanas y ciudadanos y que empezó con un hipotiroidismo, el de la autora, y en Bruselas, la capital de Europa, donde se dictan leyes que, desde la transparencia y la información, deberían priorizar nuestra salud y la de un entorno no tóxico.